Por: Guillermo Salas Razo
En un contexto económico y político incierto que se genera ante los desafíos derivados de las posibles reformas al T-MEC, el Sistema Agroalimentario mexicano enfrenta problemas estructurales que amenazan tanto nuestra seguridad alimentaria como nuestra estabilidad social, económica y ambiental.
Ante esta situación, es urgente replantear cómo gestionamos la producción de alimentos y los recursos naturales, adoptando una visión a largo plazo que priorice la sustentabilidad y la resiliencia del sector agroalimentario.
Y es que la presión por incrementar la producción de alimentos para satisfacer una demanda creciente puede comprometer la salud de nuestros recursos naturales y el bienestar de las futuras generaciones; por lo que es esencial transformar nuestra manera de pensar sobre la agricultura, buscando un equilibrio entre el crecimiento inmediato y la sostenibilidad a largo plazo.
Para enfrentar estos retos actuales y futuros, el Sistema Agroalimentario mexicano debe evolucionar hacia un modelo resiliente y sostenible. Este modelo debe fundamentarse en principios que no solo busquen beneficios inmediatos, sino que también consideren los efectos a largo plazo, tanto a nivel ambiental como social. La resiliencia implica que el sistema sea capaz de adaptarse y prosperar ante cambios como el cambio climático, transformaciones políticas o fluctuaciones en los mercados internacionales.
Una agricultura resiliente requiere un enfoque integral, que contemple la producción de alimentos, la gestión de los recursos naturales y el bienestar social. Esto incluye diversificar las fuentes de agua, optimizar el uso de los recursos y promover prácticas agrícolas que conserven el suelo y la biodiversidad. Además, es fundamental capacitar a los productores, especialmente en las zonas rurales, para que puedan adaptarse a las nuevas condiciones y contribuir activamente a la transición hacia un modelo sostenible.
Para lograr esta transformación, las políticas públicas deben ir más allá de las soluciones inmediatas y adoptar una visión estratégica que contemple los desafíos a largo plazo. El gobierno debe diseñar políticas que no solo respondan a necesidades urgentes, sino que también anticipen efectos de tendencias globales como el cambio climático, la migración y la globalización de los mercados. La clave es crear un sistema agroalimentario resiliente que cuente con el apoyo del gobierno, incentivando a los productores a adoptar prácticas sostenibles, a través de incentivos económicos y el fomento de tecnologías innovadoras.
La academia debe jugar un papel esencial, liderando la innovación tecnológica y formando a las nuevas generaciones de líderes en el sector agroalimentario. La investigación aplicada y la difusión de buenas prácticas son esenciales para que los productores se mantengan competitivos en un mercado global cambiante.
Este enfoque a largo plazo requiere responsabilidad colectiva. No se trata de decisiones rápidas, sino de actuar con inteligencia para asegurar un sistema agroalimentario sostenible y resiliente para las futuras generaciones.
Solo con una visión compartida y un esfuerzo conjunto entre gobierno, productores, academia y sociedad, podremos garantizar un futuro próspero y sostenible para México, #Palabra_de_Nicolaíta.