Por: Guillermo Salas Razo
El sector agroalimentario mexicano enfrenta un panorama desafiante pero lleno de oportunidades en el contexto actual de las relaciones internacionales.
La inminente transición de la administración de Donald Trump, marcada por el proteccionismo y la renegociación al T-MEC, las políticas comerciales y los cambios en las dinámicas globales están generado incertidumbre para nuestro campo.
Estas condiciones deben de poner de manifiesto nuestras fortalezas, pero también nuestras vulnerabilidades, como la alta dependencia de un solo mercado, la falta de infraestructura en las zonas rurales y las desigualdades en el acceso a tecnología y recursos.
Por eso, lejos de ser un obstáculo, este contexto debe impulsarnos a replantear estrategias, reforzar nuestras capacidades internas y buscar soluciones innovadoras que fortalezcan nuestras comunidades rurales y garanticen la competitividad de nuestros productos en el escenario interno.
Nuestra dependencia excesiva de un solo socio comercial, en este caso, Estados Unidos, que sigue siendo nuestro principal destino de exportación de productos clave como aguacates, jitomates y berries, nos ponen en alerta de posibles cambios en las reglas del comercio, junto con las barreras arancelarias, las renegociaciones tensas que pueden darse en el T-MEC y las políticas migratorias restrictivas.
Esta dependencia económica de un solo un gran socio comercial limita nuestra capacidad de respuesta ante los cambios externos, por lo que se evidencia la urgencia de construir una política agrícola que no solo mire hacia el norte, sino que también fomente la diversificación de mercados hacia Europa, Asia y América del Sur.
Con el inicio de una nueva administración de Trump, las expectativas y las oportunidades se entremezclan, pues el comercio agrícola seguirá siendo un tema central en la agenda, y México debe estar preparado para defender sus intereses con una estrategia clara y proactiva.
En este contexto, es fundamental reforzar nuestra capacidad de negociación y desarrollar alianzas estratégicas que no solo aseguren el flujo comercial, sino que también integren iniciativas de sostenibilidad, innovación tecnológica y adaptación al cambio climático, elementos cada vez más demandados en los mercados internacionales.
Este escenario debe representar una ventana de oportunidad para que México no solo reactive su relación comercial con Estados Unidos, sino que también fortalezca su posición en el escenario global.
Con mi experiencia en desarrollo rural, creo firmemente que el campo mexicano tiene la capacidad no solo de resistir estos cambios, sino de prosperar a través de ellos.
Para lograrlo, necesitamos implementar estrategias que fortalezcan a los pequeños productores, invirtiendo en infraestructura, capacitación y acceso a mercados tanto nacionales como internacionales.
También debemos fomentar el consumo local, promoviendo cadenas de valor que conecten directamente a nuestros productores con los consumidores, eliminando intermediarios que limitan los beneficios económicos para las comunidades rurales. Además, debemos integrar a la agroindustria como un motor esencial para agregar valor a nuestra producción agrícola, aprovechando nuestra riqueza natural y cultural como herramientas para diferenciarnos en un mercado global.
La llegada de una nueva administración en Estados Unidos debe ser vista como una oportunidad para redefinir nuestras relaciones comerciales y fortalecer la colaboración en áreas clave como la seguridad alimentaria y la lucha contra el cambio climático; y debe ir acompañada de un compromiso interno por parte de México para construir un modelo agroalimentario que sea inclusivo, sostenible y competitivo, esto incluye fomentar la innovación en el campo, apoyar la transición a prácticas agroecológicas y garantizar que los beneficios del comercio se distribuyan de manera equitativa a los actores de la cadena de valor, #Palabra_de_Nicolaíta.