Por: Guillermo Salas Razo

Como investigador en desarrollo rural y sistemas agroalimentarios, he visto de cerca cómo la innovación en el manejo del forraje puede marcar la diferencia entre una producción ganadera eficiente y una que simplemente «sobrevive».

Hoy, el ensilaje ya no es solo un método de conservación tradicional; es un proceso donde la microbiología y la tecnología se unen para garantizar que el alimento de nuestros animales sea de la mejor calidad y con el menor desperdicio posible.

Y esto no es teoría: lo hemos estado comprobado en laboratorio y en el campo, innovando con nuevos métodos y nuevos inoculantes específicos, con resultados prometedores.

Buscamos en colaboración con estudiantes de diferentes carreras, y con un grupo multidisciplinario de investigadores identificar esos microorganismos que no solo eviten que el silo se eche a perder (algo que representa un dolor de cabeza para muchos ganaderos), sino que además permitan abrirlo en para su uso con un alto rendimiento y capacidad de resistencia a la exposición aeróbica; y porque no pensar en que también podamos encontrar un proceso que acelere esta transformación de los forrajes.

Esto significaría menos pérdidas, más nutrientes disponibles y, en consecuencia, animales mejor alimentados, lo que se traduce en mayor producción de leche y carne.

Pero lo más interesante es que esto no es solo un avance técnico; es una herramienta clave para la sostenibilidad.

En un mundo donde cada vez hay más presión sobre los recursos naturales, reducir el desperdicio de forraje y mejorar su aprovechamiento no es solo cuestión de rentabilidad, sino de responsabilidad ambiental.

Estudios recientes muestran que estas tecnologías pueden disminuir hasta en un 30% las pérdidas de materia seca, lo que se traduce en menos tierra y agua desperdiciadas. Y eso, en un contexto de cambio climático y altos costos de insumos, es un alivio para el bolsillo del productor y un respiro para el planeta.

Sin embargo, todavía hay resistencia al cambio, pues muchos ganaderos, especialmente los pequeños y medianos, siguen usando métodos tradicionales de conservación de forrajes por desconocimiento o falta de acceso a estas tecnologías.

Por eso, es ahí es donde debemos trabajar: en llevar el conocimiento científico al campo, demostrar que estas innovaciones no son «cosa de grandes empresas», sino soluciones al alcance de todos; porque al final, el futuro de la ganadería no depende solo de producir más, sino de hacerlo mejor, con menos desperdicio, más eficiencia y un verdadero compromiso con la tierra que nos da de comer.

Esto es algo que ya está pasando, solo falta que nuestros productores se suban al barco; con la ciencia ya estamos haciendo nuestra parte; ahora nos falta llevarlo al campo, capacitar a nuestros productores para mejorar la productividad ganadera y el entorno, #Palabra_de_Nicolaíta.